This article was originally published by El Diario, on 2 July 2014.
- El trabajo en el desminado de un equipo de mujeres desafía los estereotipos de género en el Sáhara Occidental, uno de los territorios con mayor número de minas del mundo
- Desde 2006, la organización británica AOAV ha limpiado 26 millones de metros cuadrados y destruido unos 22.000 artefactos explosivos
- “Me especialicé en ecología animal, pero aquí en los campamentos no hay trabajo en eso, así que tenemos que buscar otras cosas”, dice Iaughiha Mohamed Embarek, una de las mujeres dedicadas a este oficio
Con más de 2.700 kilómetros, la barrera levantada por Marruecos en el Sáhara Occidental es el muro militar más largo del mundo. No es su único récord. Esta extensa frontera se considera uno de los territorios más poblados de minas terrestres, legado de un conflicto que sigue afectando el día a día de las comunidades nómadas que habitan esas tierras. Restos escondidos y letales de la guerra que han provocado accidentes –en ocasiones mortales– a unas 2.500 personas, según calcula AOAV (Action On Armed Violence), la única organización internacional activa, desde 2006, en el desminado de la zona. La ausencia de estadísticas oficiales hace temer que la cifra sea aún mayor.
Iauguiha Mohamed Embarek saluda en un castellano fluido, aprendido durante algunos de los veranos de su infancia que transcurrieron en España. Esta joven de 24 años es una de las tres mujeres que en la actualidad forman parte de los equipos de limpieza de minas desplegados por AOAV –con el apoyo de la ONU y en cooperación con el Frente Polisario– en el Sáhara Occidental. “Estudié Biología y me especialicé en ecología animal, pero aquí en los campamentos no hay trabajo en eso, así que tenemos que buscar otras cosas, cada uno trabaja en lo que puede para vivir”, comienza a contar desde la oficina de esta ONG, en Rabuni.
Esa otra cosa a la que Iaughiha llegó casi por casualidad ha sido tradicionalmente considerada una tarea de hombres. “Al principio había un poco de escepticismo entre el personal masculino”, explica Minetu Larabas Sueidat, coordinadora del Programa de Acción sobre Minas de AOAV en el Sáhara Occidental. “Muchos no esperaban que las mujeres resistieran en este trabajo, pensaban que lo dejarían enseguida por miedo o por las duras condiciones, pero no fue así. Eso les sorprendió mucho y después de un tiempo dejaron de darle importancia. Hoy trabajan de igual a igual. Simplemente se olvidaron de que son mujeres”, recalca Minetu. De las 87 personas que trabajan para AOAV en la zona, 79 son saharauis. De ellos, tan solo diez son mujeres.
A Iaughiha la oportunidad le llegó a través de un vecino. “Me dijeron que en AOAV estaban buscando gente y vine a la oficina. No sabía exactamente en qué consistía el trabajo pero cuando me lo explicaron enseguida me interesó. Yo ya había oído hablar de esto, sabía que había mujeres realizando estas tareas. Además, tenía una razón personal, una experiencia que viví cuando era una niña. Realmente, fue eso lo que me impulsó”, recuerda.
Segundos después las lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro, como si esa memoria dolorosa guardada durante más de una década irrumpiera de nuevo devolviendo a Iaughiha a sus diez años, a su brazo roto y a aquel hospital donde vio a una niña llorar y llorar, llamando desconsolada a su tío antes de que le amputaran los dedos y una de las piernas. “Yo no era muy consciente de lo que le había pasado a esa niña, pero en aquel momento entendí que las minas eran algo muy serio”.
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